sábado, 14 de junio de 2008

Si no lo veo, no lo creo

Estimado Pipo:
“Atónito”, “boquiabierto”,”pasmado”, “confuso”, “estupefacto”, “sorprendido”, “impresionado”, podrían ser alguno de los calificativos que intentaría utilizar para describir la situación en la que me encuentro tras recibir tu último correo. Sin embargo, emplearé una expresión que precise mejor mi verdadero estado de ánimo, -locución plástica, contundente y posmoderna-, para comunicarte con rigurosa exactitud las sensaciones que me invaden tras lo leído. Y ésta no es otra que:”Estoy flipando”.
Porque, por Dios, mi querido Pipo, si no he entendido mal, atesoras más de ¡40 pares de gafas!... Y me entra un escalofrío pensando cómo he podido desarrollar mi vida, -ajeno­-, en la ignorancia de que a pocos metros de mi casa se encuentra el auténtico “museo etnográfico asturiano de la gafa”, el “santuario del anteojo”, el “tabernáculo de los quevedos”, la “pinacoteca del arte de la corrección ocular”...
Y después de eso pienso también,- compungido-, en tu familia, que sin duda estará encomendándose (y encomendándote) a todo el santoral para que no te dé por los coches deportivos…
Y es que especulando que en los primeros años de tu existencia no hubieses necesitado gafas, aún así te correspondería la friolera de un par de lentes por año, e incluso en épocas de feracidad, estaríamos ante una cosecha de al menos 2 ó 3 pares anuales, por lo que concluyo, sin temor a equivocarme, que en tu devenir rutinario el cambio de gafas es más habitual que el de la estatua de Milicias.
Y como doy por seguro que todos los modelos se ciñen al idéntico y monótono protocolo de dos cristales transparentes, supongo que la presunta variedad se centrará en el diseño y características de la montura: Grandes, pequeñas, doradas, de sol, de niebla, plateadas, flexibles, estampadas, atigradas, de carey, titanio, caoba, carbono, marquetería, ganchillo, y hasta es probable que poseas alguna del color de “un chino cogido por sus partes”. (Amarillo chillón).
Pero mi querido amigo, ¿de donde surge esa promiscuidad oftalmológica, esa exhuberancia optométrica, ese vulcanismo retiniano, ese acaparamiento de recursos visuales?: Adicto a la lente tallada, maníaco de la óptica, ludópata del cristalino, Imelda Marcos de la esclerótica, paladín del periscopeo, esbirro del 2x1 Aleflú….
He oído decir que ciertas personas, en circunstancias económicas adversas, echan mano de su colección filatélica. Ni que decir tiene que tu futuro está más que asegurado en la espectacular torre de cristal que acomodas sobre el apéndice olfatorio. Y si considero tu dual preocupación lente-diente, te intuyo sumido en la terrible disyuntiva de optar o por el más cruel de los edentulismos para conservar incólume tu colección de prótesis oculares, o , caso contrario, condenado a vender las mismas para pagar al dentista…
En fin, que visto lo visto, no te desdecirían en absoluto unas últimas palabras del estilo de: “mis gafas por un reino” o “allí donde están mis gafas esta mi hogar” o ya puestos en plan “óbito literario”, parafrasear a Goethe con aquello de: “Gafas, más gafas”…
Saludos cordiales
Tordon

PD: ¿Has probado con lentillas?

1 comentario:

Pele Ón dijo...

¡Eso! ¡Tú dale ideas!