miércoles, 12 de noviembre de 2008

Príncipes, prepucios, precipicios


La Historia nos presenta a Luis XVI como un hombre simple, timorato, titubeante, desmayado, tímido, apocado, vacilante, zamborotudo e inseguro, siendo tal su incapacidad para tomar decisiones que sus contemporáneos le apodaron como “El Lento”.
Sentía cariño por su joven esposa, la delfina Maria Antonieta, pero su falta de pasión y su manifiesta apatía sexual no era el lógico reflejo de una mente poco excitable, sino que se debía a un defecto orgánico inhibidor: Padecía fimosis.
Esta disfunción del monarca no es mera especulación, y en un informe del Embajador de España en Francia, se puede leer textualmente:
“El frenillo sujeta tanto el prepucio, que no cede a la introducción y causa vivo dolor en él, por lo cual se retrae S. M. del impulso que conviene. Se supone que dicho prepucio está tan cerrado que no puede explayarse para la dilatación de la punta o cabeza de la parte, en virtud de lo cual no llega la erección al punto de elasticidad necesaria.”
Pero ya dijimos anteriormente que el rey era bastante miedoso, y ese insuperable temor a la sencilla operación que eliminaría sus tormentos, prolongó durante siete años la humillación de Maria Antonieta. Humillación como esposa y como mujer, una afrenta que trató de compensar la joven austriaca con bailes de máscaras, fiestas, recepciones, un poco de desenfreno, un mucho de disipación, bastante de liviandad, y una incontinencia que excedía las expectativas de sus conciudadanos. Y esta situación suministró carnaza fácil para los libelos antimonárquicos que ya comenzaban a calentar la olla revolucionaria, siendo su conducta la que engrasó el cauce por el que la gran esfera de la monarquía absoluta comenzaba a precipitarse hacia el abismo republicano.
Tuvo que entrar en escena, desde Alemania, el hermano de la delfina para convencer al pusilánime monarca de que se sometiera a la pequeña intervención y lograr así, después de dos mil noches, consumar su matrimonio.

En fin, que el frenillo real tuvo una importancia decisiva en el devenir de los acontecimientos. Paradójicamente, de aquella ausencia de polvos vinieron los sangrientos lodos de la Revolución Francesa, y con ella el Año del Terror.

Y pienso en el pobre Luis, el que se asustaba ante una pequeña incisión: ¿Qué pensaría - ya convertido en el ciudadano Luis Capeto- ante la angustiosa visión del Gran Bisturí, de la escalofriante Navaja de la República, de la afilada guillotina?

Pena me da.
¿Y a vosotros?

Tordon

PD: Y no puedo apartar de mi cabeza una duda: Nuestras clases dirigentes, especialmente la realeza, ¿estarán siendo suficientemente sometidos a exhaustivos controles de calidad?

4 comentarios:

silvo dijo...

En ambos casos el filo del acero ha trabajado, mira que ser célibe por miedo..., es paradógico que a su esposa la guillotinaran en la hoy llamada plaza de La Concordia,además de otras más de dos mil personas.

saludos

Velda Rae dijo...

Ya ves tú, y todo por un pellejín de nada. Lo que me ha causado escalofríos es imaginar la creación de una Dirección General de Verificación de Pellejos, Colgajos y otras Discapacidades Fisicas o Mentales Potencialmente Provocadoras de Cataclismos Históricos, y el trabajo que tendrían que hacer sus técnicos. Todo el día entre las piernas de los Bobones (uys, que lapsus más tonto, me comí una R), de ZP y compañía. "Majestad, no se preocupe, ya hemos arreglado ese problemilla de aceite y el futuro de la dinastía ya está garantizada". País...

Pele Ón dijo...

Con la guillotina era muy difícil apuntar, yo creo que sería por eso que le daba algo de miedo...
No como ese, que tenía un miembro impar y medio tan largo, que tenía, prepucio, pucio y postpucio... Como para lucirse, vamos.

Tordon dijo...

Después de leer lo de la "Concordia",lo de la "Direcciónn General" y lo de los "Postpucios", ¿qué más puedo añadir?
Gracias por vuestros comentarios,son todos ingeniosos y divertidos.
Salu2