lunes, 24 de enero de 2011

I love "pinganillos"

Estoy feliz y contento. Y esto es así, porque me he demostrado a mi mismo que soy un ente dotado de gran capacidad de liderazgo, un emprendedor, un lúcido guía, un acuñador de ideas brillantes, un estadista.
Porque la primera cosa que he realizado como presidente de mi comunidad de vecinos, ha sido tomar la audaz decisión de contratar un sistema de traducción simultánea para que en nuestras reuniones, un vecino de San Feliú de Gixols y otro de Santiago de Compostela, puedan recibir el contenido de nuestras apasionantes deliberaciones en su lengua vernácula. Y de esa forma, sin darme importancia, por arte de birle birloque, he mutado una comunidad de vecinos de pandereta en otra mucho más tecnológica y culturalmente sensible como es la del pinganillo
Pero ya se sabe que los descontentos y los intolerantes proliferan por doquier ,y así, la vecina del 2º B se atrevió a echarme en cara si no sería mejor destinar tan cuantiosos fondos a arreglar las bombillas del descansillo o la insidiosa cerradura del portal, esa que siempre necesita de un solemne patadón para abrirse.
Sin embargo, sacando a relucir mi oratoria florida, así como mi locuacidad sin límites, les he hecho ver que nada hay más rentable que la inversión en cultura, ni nada tan gratificante como el amparo presupuestario para la idiosincrasia idiomática y el acervo cultural del prójimo.
La del 6ª A, cuya opinión tengo en alta estima, se despidió de mí sentenciando: “Un tipo como usted serviría para la alta política”. Sin embargo, me pareció percibir un sospechoso retintín en sus palabras, por lo que dudo seriamente de la sinceridad de las mismas.

En fin, que no hay peor sordo que el que no quiere oír, y que el famoso (y costoso) pinganillo constituye el más eficaz audífono para un pueblo que está como una tapia.

Especialmente cuando el que contrata el servicio no es el que paga la factura…

PD: Y ahora que lo pienso,... si desvío sibilinamente fondos comunitarios para desear a mi señora (que es catalana) las buenas noches con traducción simultánea..., ¿me pondrán pegas los iletrados de mi rellano?

¡Ay de mí, soy un incomprendido!
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domingo, 16 de enero de 2011

Turismo de altura

Ya se sabe que para mitigar la angustia no hay nada mejor que distraer el intelecto, por lo que ayer –como hacía frío en la calle- cambié el fumeque por el cine y fui a ver “The Tourist”.
Una película bien armada, en la que la Jolie llena hasta el último recoveco del celuloide. Y resulta delicioso comprobar cómo a esta mujer le sientan igual de bien unos sencillos vaqueros que un rebuscado vestido de gala. Su voz, -por no hablar de otros atributos- melodiosa y seductora, arrulla al espectador desde el primer momento.
Sí, definitivamente la película me encantó.


Y si me preguntáis por el argumento, no estoy muy seguro, pero creo que la cosa iba de piratas, ya que me pareció ver al Capitán Sparrow por algún lado.

domingo, 9 de enero de 2011

¡Narcos al poder!

Hace unos días me contaron como cierta una historia que me ha dado mucho que pensar, pero como el que me la contó es un individuo ligeramente tendente a la fabulación, no sé si creerle o no. La historia es esta:

Nespiña, una ciudad ubicada en un remoto paraje, era una urbe tranquila y civilizada. Un buen día, uno de sus intrépidos habitantes salió de la región buscando nuevas tierras. A su vuelta, además de la sífilis, trajo consigo las hojas de una planta denominada Nicotinium Chutatum, planta que comenzó a inhalarse con fines rituales y euforizantes.
Un buen día, el señor Todopoderoso Estadio, el más listo del pueblo, se dio cuenta de la popularidad que adquirían dichas plantas y de la dependencia creciente que tenían los nespinareños (o nespiñoles) de tan reseca flora y, como despierto comerciante, decidió enrollar las hojas y comercializarles en paquetes de 20 unidades. El negocio iba viento en popa, y el Sr. Estadio, -al que muchos ya denominaban “Papá-Estadio”-, recaudaba al año más de 10.000 millones de európodos con las toses de sus convecinos. La gran fortuna y las habilidades políticas de nuestro astuto emprendedor lo elevaron al cargo de alcalde de Nespiña, pero llegó un día en el que –alertado por las autoridades sanitarias- no le quedó más remedio que prohibir el consumo público de las hojas que tan profusamente comercializaba, si bien nada dijo de renunciar a los suculentos beneficios que esas jugosas ventas le reportaban.
Ante actitud tan hipócrita, algunos conciudadanos quisieron colgarle de sus atributos en la plaza mayor del pueblo, pero en general, los nespinareños -sumisos por naturaleza- dieron por buena la jugada, miraron para el telediario (y para otro lado) y admitieron como normal que en vez de prohibir terminantemente la venta de un producto altamente tóxico y adictivo, se permitiera la venta de forma simultánea a la negación de su consumo.
Algunos insurrectos levantaron la voz, pero fueron rápidamente delatados y reprimidos por la brigada de la concejala de salud, una tal Leñe Mastín. El resto se dedicó a escribir en blogs.

No sé qué pensareis vosotros, estimados blogueros, pero creo que mi "amigo-cuentacuentos" exagera, ya que nunca existirá una ciudad de tan zapatéticas características.
Y tampoco sé qué haría yo ante esa incongruente situación, aunque, llegado el caso, supongo que abandonaría definitivamente el consumo de la puñetera Nicotinium, no sólo por motivos de salud, sino para darle en las narices a Papá-Estadio y evitar de esa forma que mis európodos sufragaran la gasolina de sus coches oficiales.

Otra opción sería sustituir mis geranios por algo medianamente combustible, pero no creo que mi señora me deje…
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jueves, 6 de enero de 2011

Año nuevo, vida vieja

Sé de buena tinta que algunos malévolos bloguerillos se estaban frotando las manos ante la posibilidad de que –con el recién estrenado año- el Tordon se olvidara definitivamente del ciberespacio, un jubiloso acontecimiento que les evitaría continuar soportando los habituales y plomizos desahogos bitacoriles de este humilde coma.andante de submarino.
Pues no, estimados amigos, lamento decepcionar al respetable y comunicaros que sigo vivito, coleando y fortalecido en cuerpo y espíritu. Especialmente en cuerpo, ya que mi esbelta figura exhibe cuatro kilos de más por mor de los primorosos surtidos de mazapanes, polvorones y tortas imperiales que durante estas fechas he deglutido.
Y consciente de que el mundo no puede continuar girando un segundo más sin saber cómo ha transcurrido mi apasionante retiro navideño, paso a desgranar mis inigualables andanzas por tierras sureñas.
¡Me lo temía!: No huyáis, abnegados blogueros, que correr es de cobardes, y seguid leyendo, ya que el verdadero valor consiste en saber sufrir y en aguantar estoicamente las extraordinarias entradas con las que un servidor os obsequia.
Y no añadáis con vuestra indiferencia más aflicción a un afligido como el que suscribe, porque aunque tengo el corazón fuerte y la valentía probada, he de confesar que una pertinaz desdicha me ha perseguido de manera implacable durante estos días de descanso.
Porque yo quería aprovechar mi asueto para ver la película “The Tourist” (ya sabéis, más que nada por ver a Jonny Deep), pero al final me llevaron a Tron Legacy; deseaba con toda mi alma comerme unos espetos playeros, pero –errado en tiempo y forma-hube de conformarme con los suculentos solomillos de “El Higuerón”; Asimismo, preso de una didáctica determinación, tenía en mente mejorar mi putapénico acento andaluz, pero quiso la diosa fortuna que estos días conociera al Sr. Zheng-Chen- Xin, un honolable arquitecto que en ocasiones comenta en este blog; Iba a hacer deporte, pero las cañas y las tapas me bloquearon las articulaciones y el espíritu olímpico.
Y en cuanto al denuedo con el que iba a aprovechar el tiempo libre trabajando en asuntos profesionales atrasados, o –en su defecto-leyendo algo de provecho, mejor ni hablamos.
Pero, ya se sabe, las desgracias nunca vienen solas, y contrariamente a lo que me habían prometido, y cuando más a gusto me encontraba disfrutando de los Martinis y el sol sureño en las terracitas marineras, a San Pedro se le ocurrió regar (¡¡¡durante dos días!!!) las mustias plantas de la costa malagueña.
¡Mecagüen…!
Menos mal que “Dios aprieta pero no ahoga”, y mis fans del Rincón de la Victoria, plasmaron el inconmensurable cariño que me profesan en lo más alto del acantilado, ese idílico lugar a resguardo de la brisa mediterránea y de las severas miradas de la brigada municipal antigrafiti.
Y como podéis comprobar en la foto, y en justa compensación a sus desvelos, me avine a posar con un unas gafas conjuntadas cromáticamente con la decoración de tan monumental y sentida obra de arte.
Agradezco la ternura y dedicación de estas románticas criaturas, pero, captando la cariñosa indirecta, cuando llegue a casa no me quedará más remedio que volver a apuntarme al gimnasio.
Y es que –como os decía en el título-, el año es nuevo, pero las pijadas son las mismas.
Sí, lo reconozco, este sentimiento de cansina repetición, de reiterativo “dejá vu”, me está provocando unas ganas locas de llorar.
Porque me temo que -como nos recordaba el ínclito Julio Catedrales en su canción-, “la vida sigue igual” .

PD: Aunque, ahora que lo pienso, y por aquello de la deshidratación, ¿llorar un poco, adelgazará un mucho?