sábado, 21 de mayo de 2011

JORNADA DE REFLEXIÓN

Esta mañana -reflexivo y cabreado, como corresponde a esta jornada de “reflexión-indignación”- estaba yo arrellanado en mi sillón favorito escudriñando el periódico local.
Cuando la señora Tordon entró por la puerta, hallándome yo imbuido en el ardor de los últimos coletazos de la campaña , no pude por menos que espetarle a quemarropa:
-Oye, cariño, perdona la indiscreción, pero me ha surgido una duda tonta: ¿A quién vas a votar mañana?
Ella- no sé si porque le dio pena contemplar mi angustia a pie de urna, o porque acababa de llegar de su sesión semanal de meditación Zen- me respondió con dulzura:
-No te preocupes, querido Tordon. Votaré al que tú consideres correcto.
Y añadió con mayor ternura si cabe:
- Ya ves, te regalo mi voto con la única condición de que me des un beso.


Agradeciendo a la divinidad - y a los gurús orientales- ese inesperado regalo del cielo, me apresuré a sellar con un beso (de tornillo) tan provechoso negocio.


Aunque, ahora que lo pienso, tenía que haberle dado dos: Uno por las municipales y otro por las autonómicas.


¡Mecagüen…!

jueves, 19 de mayo de 2011

¡INDIGNAOS!

Observando en la tele el multicolor espectáculo de los manifestantes de la Plaza del Sol, he descubierto que yo también –sin saberlo- pertenezco a ese nutrido grupo de personas que están hasta las mismísimas narices de las cosas que acontecen a su alrededor.
Porque hace mucho tiempo que me irrita esa diferencia creciente entre ricos y pobres, porque me reconcome que haya 5 millones de parados, porque quieren obligarme a trabajar hasta una edad en la que me temblará el pulso, porque tengo que circular a 110 km por hora en una autopista de seis carriles, porque han bajado los sueldos a mis amigos funcionarios, porque las pensiones han perdido su poder adquisitivo, porque se han suprimido multitud de ayudas sociales…
No obstante, mi diferencia fundamental con los “alternativos” acampados, es que yo ya llevo mucho tiempo indignado y no se me ocurre esperar sospechosamente a expresarlo dos días antes de que se produzca un presumible vuelco electoral, y porque creo que la mejor manera de descargar mi cólera contra el sistema es votar el próximo domingo a alguien que pueda intentar modificar el actual y desolador panorama.



Y no sigo escribiendo- aunque me gustaría- porque soy un privilegiado y tengo que ir a trabajar.



¡Ya!

sábado, 14 de mayo de 2011

¿Soy una regadera?

Como siempre, malévolos blogueros, habéis malinterpretado el sentido de la pregunta que titula esta entrada y la habéis transformado en otra absolutamente incorrecta. Porque- os recuerdo, so listillos- que nada tiene que ver “ser una regadera” con “estar como una regadera”.
Aclarado este punto primigenio, y excluyendo cualquier atisbo de autocrítica, la entrada de hoy se inspira en mis más que probada inquietud botánica.
El Bambú Japonés, la Phyllostachys Aurea, es una planta perennifolia que necesita para desarrollarse una sana semilla, una tierra generosamente abonada y agua en abundancia. La hidratación debe ser continua y bien dosificada, y en nada conviene encharcar la zona para a continuación exponerla a los devastadores efectos de la sequía.
Un día cualquiera- uno de esos en los que te levantas inspirado y con el ramalazo ecológico-, plantas esa semilla del bambú japonés (que has comprado en los chinos), y tras una semana de ilusionante espera compruebas que no sucede nada en absoluto. Tampoco se observan novedades durante el transcurso de la segunda y la tercera semanas, pero no te rindes y continuas con la labor paciente y sosegada del jardinero oriental. A los dos meses, -al constatar la esterilidad de la tierra y de tus esfuerzos- el desánimo invade el espíritu y la impaciencia te corroe el alma pensando que el tipo del mercadillo te vendió gato por liebre.
Pero esa conspiración de la naturaleza y el mercado en nada pueden contra tu ilusión naturalista, contra tu voluntad de hierro, contra tu pétrea constancia, y persistes en el obstinado esfuerzo de abono y regadío, aunque durante el primer año el proyecto vegetal continúe siendo una mera especulación. Tampoco se observa actividad alguna durante el segundo, tercer y cuarto años, pero,- ya que has llegado hasta allí y te has gastado gran parte de tus ahorros en compuestos fertilizantes-, aceptas continuar abnegadamente con el ilusionante desafío botánico. Durante el quinto y sexto año tampoco se observa nada nuevo, pero al séptimo año,-¡oh milagro!- un primoroso brote verde comienza a asomar sobre ese estéril terruño que tantas veces has empapado con amargas lágrimas.
Y a continuación, lleno de júbilo, compruebas maravillado que en tan solo ¡6 semanas!, la planta de bambú japonés alcanza la extraordinaria altura de 30 metros, que equivale a la de un edificio de 12 plantas.


Y hoy, en el día de la graduación de mi hijo Santi, no he podido evitar sentirme como un abnegado jardinero oriental.


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domingo, 1 de mayo de 2011

In memoriam




Aunque soy consciente de la “importancia cósmica” que tu vientre fértil cobró en la generación de mi existencia, lo que más echo en falta es el beso que me dabas antes de acostarme.



Me diste a luz hace muchos años, pero me iluminaste hasta el final de tus días, y hoy es un buen momento para recordar lo mucho que te añoro.



Un besote, allá donde quiera que te encuentres.